Vivimos tan inmersos en los afanes del mundo, en nuestras preocupaciones, trabajos, situaciones diversas, a veces alegres, a veces difíciles, que podemos olvidar lo más importante para hacer en esta vida, que es la de, en medio de todas esas realidades, llenarnos del Espíritu Santo, sus dones y carismas y así liberarnos de la esclavitud de los vicios y pecados, acrecentar nuestra capacidad de amar y ser mejores personas.
Hoy celebramos el bautismo de nuestro Señor* y recordamos el de cada uno de nosotros. Un día muy especial en el que se manifiesta la Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y en el que Dios Padre envía su Espíritu y señala a Jesús como el hijo amado, el predilecto, el Mesías: “..y resonó la voz del Padre que decía: “Éste es mi Hijo amado, en quien he puesto todo mi amor”.
En nuestro bautismo también nos unge a cada uno de nosotros, para que unidos a Cristo, seamos purificados, nos llenemos del fuego de su amor y disfrutemos de los dones y carismas que el Espíritu nos regala para que podamos vivir en la justicia y la paz. Cada vez que nos confesamos o recibimos los demás sacramentos, actualizamos nuestro bautismo.
El papa Francisco en su meditación del año 2016 nos puso la tarea de averiguar la fecha de nuestro bautismo y darle importancia, porque es el día de nuestro renacimiento como hijos de Dios. Ese día se abrieron los cielos para cada uno de nosotros y nos transformamos en hijos muy amados, en comunión con Dios y con todos, como partes de una sola familia, participando de la misión de la Iglesia, unidos a María, nuestra madre, quien nos cobija y enseña para que vayamos creciendo en santidad y comprendamos cada vez más los misterios de Dios.
Ustedes se imaginan lo que sería el mundo si hubiera muchos Cristos trabajando en distintos ambientes de manera simultánea? Después de su muerte y resurrección, eso es factible, porque los bautizados participamos de su condición divina si estamos en comunión con Él, luego deberíamos estar trabajando con mucho entusiasmo por el mundo de justicia y paz que él vino a instaurar.
Vivamos esa vida nueva, llenos del Espíritu de Dios, animados, motivados, unidos, para lograr resultados positivos. Esa gran revolución inició hace 2019 años y sigue conquistando almas para que el mundo se impregne de todo lo bello, hermoso, digno de admiración que Dios nos regala continuamente y así recrear todas las cosas.
Que tomemos conciencia de ese gran regalo que nos hace partícipes de su vida divina, que nos llena de bendiciones y de inmortalidad. Que sigamos las huellas de Jesús y hagamos vida sus enseñanzas, participando en comunión con Él y transformando nuestras realidades y las del mundo entero.
*Is 42, 1-4. 6-7; Sal 28; Hch10, 34-38; Lc 3, 15-16. 21-22