Esta hermosa fiesta con la que cerramos el año, nos pone en contacto con las realidades que vivieron Jesús, María y José, las que vivimos en el interior de nuestras familias y las que vive la humanidad como gran familia de Dios. 

¿Qué hemos podido ver en la familia hermosa de Nazaret? Primero, una madre abierta al misterio de Dios, asumiendo riesgos con gran gozo por estar inmersa en la voluntad de Dios, por estar a su servicio, enseguida sale a ayudar a su prima, a compartir con ella las bendiciones. Qué encuentro maravilloso entre estas primas que exultan de felicidad por ser testigos del amor de Dios en sus vidas y por la humanidad y por sentirse instrumentos útiles para la construcción de un mundo mejor. José, después de meditar sobre qué hacer con su futura esposa, acepta el mensaje del cielo y asume sus responsabilidades con amor y entrega. Cumple las leyes de Dios y de los hombres y se va a Belén a ser empadronado, no había espacio y prepara un pesebre para acoger a su hermoso hijo, el Hijo de Dios.

Después, la familia de Nazaret tuvo que huir al exilio por temor a que mataran al niño y vivir todas las duras experiencias de los migrantes. Hoy*, vemos a Jesús ya de doce años, acudiendo al templo con sus padres fascinándose con la interpretación de las Sagradas Escrituras en medio de los ancianos del pueblo, dejando a todos anonadados por su gran sabiduría; sus padres se fueron sin caer en cuenta que no estaba con ellos y  regresaron afanados a buscarlo. Después Jesús siguió obediente a sus padres creciendo en gracia, estatura y sabiduría. 

Todo un recorrido para nosotros, nuestras familias y la humanidad. Si estuviéramos abiertos a los misterios del amor de Dios, si meditáramos cada día cómo podemos servirle, si valoráramos la cotidianidad de la vida de pareja, de la relación con los hijos y demás miembros de la familia y en la familia se vivieran y enseñaran los valores cristianos, cómo avanzaríamos como sociedad. Nos decía Juan Pablo II: “el futuro se fragua en la familia”; “familia: sé lo que eres, comunidad de vida y amor”

El mundo nos quiere enseñar otros caminos de felicidad que no contribuyen a formar familias sanas, alegres, santas y felices, en cambio, vemos el gran ejemplo de la hermosa familia de Nazaret en la que los valores que nos recomienda San Pablo, se vivían a plenitud: “Dios les ha dado su amor, sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro, como el Señor los ha perdonado a ustedes. Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión…”

A las puertas del nuevo año, fortalezcámonos en Dios y planteémonos muchas metas para crecer como personas, familias y sociedad.

*Ecl 3, 3-7. 14-17; Sal 127; Col 3, 12-21; Lc 2, 41-52

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *