Nos preparamos para celebrar el reinado de Jesucristo. Él ya es el rey del universo y el de nuestras vidas y todos los años culminamos el año litúrgico con esta gran celebración que será el próximo domingo para dar inicio a un nuevo adviento y prepararnos para la navidad. 

El Reino de Jesucristo es diferente y especial. Él conquista el corazón de las personas para hacerlas felices y libres, para liberarnos de la esclavitud del pecado y de los apegos, y así podamos vivir con Él la experiencia maravillosa de la resurrección, que se empieza a experimentar desde esta vida y en plenitud, en la vida eterna. Es un llamado constante a la conversión, a darle el primer lugar a Dios y a la esperanza de participar de su gloria.

Las lecturas de estos días* nos recuerdan el final de los tiempos que se inició desde cuando Jesucristo se encarnó, vivió, enseñó, sanó, sirvió,  padeció, murió,  resucitó, formó a sus apóstoles y sigue invitándonos a ser parte de su pueblo, la Iglesia, hasta su regreso en gloria, con poder y majestad para juzgar a los vivos y a los muertos. 

Hoy nos dice a través del profeta Daniel: “Yo tengo designios de paz, no de aflicción. Ustedes me invocarán y yo los escucharé y los libraré de la esclavitud donde quiera que se encuentren”. “Se levantará Miguel, el gran príncipe que defiende a tu pueblo. Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento, y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad”.

San Pablo nos recuerda que Jesús intercede por nosotros,  que se ofreció a él mismo en sacrificio por nuestros pecados y tiene el poder de perdonarnos y reconciliarnos con Dios Padre, a través de su Espíritu Santo. Dice el catecismo que por la muerte y resurrección de Cristo se ha abierto el cielo para nosotros, si acogemos su misericordia,  si le amamos libremente,  y permitimos que reine en nosotros.

Pedimos en la oración de la misa: “Concédenos, Señor, Dios nuestro, alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en servirte siempre a ti, autor de todo bien”. 

Jesucristo nos llama a estar preparados siempre para el momento en que nos presentemos ante Él, para que vivamos en su Reino de  luz, verdad, paz, amor, verdadera felicidad y plenitud eterna.

Unidos a María y a todos los santos, celebremos confiados y llenos de amor el reinado de Jesucristo, acercándonos y convirtiéndonos de corazón a Él, para que nuestras vidas empiecen a gozar de la dicha que Él nos regala y experimentemos su vida, su poder y su gloria manifiesta en nosotros y en las realidades que con su poder se van transformando.  

*Dan12, 1-3; Sal 15; Hb10, 11-14. 18; Mc13, 24-32

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