Un sentimiento, una actitud, una virtud muy importante es la gratitud. Nos ayuda a reconocer y valorar las cosas positivas que recibimos de los demás y a enfatizar en los aspectos en los que somos bendecidos y beneficiados gracias a las actuaciones de otros y a su incidencia positiva en nuestras vidas.
La gratitud es fuente de alegría, de regocijo, porque nos hace sentir amados, estimados y atendidos de manera efectiva.
Las relaciones humanas serían mucho más positivas si estuviéramos atentos a los dones que recibimos de los demás y expresáramos nuestra gratitud y alegría al servirnos unos a otros.
Muy especial es la gratitud frente a Dios. Porque Dios es la fuente de todo bien, de toda bondad, de todo amor. Practicar la gratitud, nos hace ser conscientes de tantos dones que recibimos permanentemente de sus manos providentes y amorosas de Padre, quien se donó a sí mismo a través de su Hijo y permanece con nosotros por medio del Espíritu Santo.
Nos dice San Pablo, en las lecturas de hoy*, que Dios nos ofrece toda clase de bienes espirituales y celestiales y nos eligió santos e irreprochables a sus ojos, por el amor, por medio de Jesucristo. Nos permitió que fuéramos sus hijos, nos regala el tesoro de su gracia, con toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
El Salmo nos anticipa la plenitud del reinado de Cristo en el que “La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron, la fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo”.
Nos recuerda el evangelio que Jesús vino a predicar el arrepentimiento y a invitarnos a todos a la conversión, a donar su vida por nosotros como fuente de redención, dándonos poder para expulsar los demonios, vencer todos los males que pueden esclavizar nuestras vidas, ofreciéndonos en su Iglesia, a través de los sacramentos, el óleo que nos unge y cura las enfermedades. Él nos trajo la paz, la salvación y la gloria eterna.
La acción de gracias por excelencia es la Santa Misa, la Eucaristía, en la que se unen los dones de la Palabra de la verdad, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Espíritu Santo prometido y agradecemos los dones de la creación, redención y santificación, poniéndonos en comunión con Dios, prefigurándonos el cielo.
Si comprendiéramos la esperanza que nos da su llamamiento, viviríamos en estado permanente de gratitud, aprovechando plenamente sus dones.
¡La actitud de gratitud es fuente de bendiciones y felicidad! Recordemos a la más feliz, a la más llena de gracia, María: “Mi alma alaba la grandeza del Señor, mi espíritu se regocija en Dios mi salvador…
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*Am 7, 12-15; Sal 84; Ef 1, 3-14; Mc 6, 1-13