En las lecturas de hoy* San Pablo nos anima a hacer todo para la gloria de Dios, realizar todo por amor. Necesitamos abrirnos a recibir la gracia de Dios, ella llena nuestros corazones de perdón y de amor y nos hace sentir la gratitud y la felicidad de sabernos amados por Él y en capacidad de amar también desde ese amor que Él deposita en nuestros corazones.

El próximo miércoles, con la imposición de las cenizas, iniciamos la Cuaresma, tiempo especial para prepararnos a vivir la máxima expresión del amor de Dios por nosotros, la entrega de sí mismo para nuestra redención y salvación, la muerte en la cruz para que muramos al pecado y la resurrección para que vivamos desde la gracia una nueva vida que no acabe, sino que nos vaya purificando y sanando nuestra alma.

El pecado corroe nuestra alma y por el contrario la gracia nos purifica y nos hace experimentar la sanación y la vida plena. En la oración colecta decimos: “Señor Dios que prometiste poner tu morada en los corazones rectos y sinceros, concédenos, por tu gracia, vivir de tal manera que te dignes habitar en nosotros”.

El Salmo nos invita a reconocer nuestras culpas, a no ocultarle a Dios nuestro pecado, a confesarlo para que Dios nos perdone y vivamos alegres, con gozo en el corazón.

En el evangelio un leproso se acerca a Jesús y le dice: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. 

Imaginemos el corazón del leproso como saltaba de dicha, así experimenta nuestra alma cuando el Señor nos perdona a través de la confesión. 

Aprovechemos este tiempo hermoso para a través del ayuno, la penitencia, la oración y la cercanía a las necesidades de los demás, podamos ser más conscientes de nuestros pensamientos, intenciones, sentimientos y comportamientos y estemos dispuestos a que la gracia sanadora de Jesús nos purifique y aparte de nosotros la lepra del pecado.  

En la oración de los fieles le pedimos al Señor que nos anime a seguir trabajando por la gloria de Dios y la  salvación de las almas porque esas son las motivaciones más importantes del creyente en Jesucristo y el deber con los demás. 

No permitamos que la vida con sus afanes, nos aleje de lo realmente valioso y necesario para experimentar la plenitud del amor de Dios que al pasar cerca de nuestra alma, nos cura, nos sana, nos alienta, nos anima, nos llena de gozo y gratitud el corazón.  Seamos conscientes que Dios todo lo hace por Amor a nosotros, para que seamos sus hijos y disfrutemos de su gracia, su perdón y de su plenitud. 

*Lev13, 1-2. 44-46; Sal 31; Cor 10, 31—11, 1; Mc 1, 40-45

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