La Cuaresma es tiempo de fe y esperanza. Las lecturas de hoy* hacen énfasis en la gran fe y confianza de Abraham en el gran amor de nuestro Dios. El evangelio se centra en la esperanza, porque Jesús antes de someterse a la cruz,  muestra  su gloria a los discípulos más cercanos, mediante la transfiguración. Ellos aunque todavía no comprendían bien, guardaban la esperanza  en la resurrección. 

Nosotros sabemos por medio de la fe y la esperanza que Dios está vivo y actuando en medio de nosotros. Cuando atravesamos momentos difíciles, la fe y la esperanza nos animan. Sabemos a ciencia cierta que Dios hace fructífero todo, si se vive en su amor, hasta las situaciones más difíciles, incluso la cruz. Luego con nuestra fe puesta en Él, sabemos que todo lo que vivamos puede ser fuente de crecimiento espiritual y camino a la gloria eterna.

Los creyentes  aunque estemos experimentando dificultades de diferente orden, no deberíamos perder la alegría, la esperanza, el optimismo, porque sabemos que aún en medio del problema más serio como es la muerte, ésta  fue vencida por nuestro Señor y, con Él, podrá ser vencida por nosotros, si vivimos de acuerdo a su voluntad con fe y esperanza.

Igual sucede con las situaciones sociales. Colombia se está jugando su destino más que nunca en estas elecciones. Están en juego nuestras más preciadas libertades y nuestra democracia, pero nosotros como cristianos creyentes en un Dios vivo y resucitado, necesitamos trabajar arduamente, orar y ofrecer penitencia, sacrificios y buenas obras, para que  el bien prevalezca y seamos capaces de construir una patria con justicia, paz y equidad, preservando nuestra libertad, defendiendo los principios y valores, enarbolando nuestra fe y esperanza en Dios. 

No permitamos el odio y ni el rencor, sino que trabajemos por el mundo de justicia y paz, en el que se defienda el bien, la honestidad, la integridad, el trabajo con disciplina, construyendo las realidades desde nuestro interior, permitiendo que Dios reine en nuestros corazones, y así logremos el desarrollo  positivo de nosotros mismos y los demás, nuestras familias, nuestro entorno laboral, nuestras instituciones, nuestra sociedad. 

Que esta cuaresma sea de conversión y de crecimiento en el amor de Dios. Mediante la oración nos llenemos más de Él, mediante el ayuno y la abstinencia aprendamos a desapegarnos de las cosas terrenas, con la limosna, contribuyamos en la construcción de un mundo con más oportunidades reales para todos a través de la buena educación, y con los sacrificios ofrecidos con amor, crezcamos en fortaleza, resiliencia, templanza y generosidad. *Gén 22, 1-2.9-13.15-18; Sal 115; Rom 8,31b-34; Mc 9,2-10

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *