Después que dimos “el  primer paso” con el  papa Francisco en  Colombia,  seguir estudiando sus palabras nos ayuda a seguir caminando en la construcción de la paz de la mano del evangelio, dijo el papa: “Solo con fe y esperanza, se pueden superar las numerosas dificultades del camino y construir un país que sea patria y casa para todos los colombianos”.

Nos espera un año difícil en el que ad portas de elecciones, estaremos polarizados entre las diversas personas, posiciones, propuestas, partidos. No es para menos, dependiendo de quienes sean nuestros líderes, tendrá nuestra patria una dirección u otra. 

La verdadera paz solo la conseguimos siguiendo el camino que nos enseña Jesús: orando por la conversión de todos, desarmando los corazones, entregando el amor de Dios a los demás, viviendo sus mandamientos del amor, respeto y cuidado mutuo, solidaridad y respaldando con valentía q quienes hagan propuestas y den testimonio de vida basados en  el bien, la bondad, el trabajo honrado,  la integridad, la justicia. 

Nos dijo el papa Francisco: “Cuánto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer a otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente”. No es sólo desde el sector público que se hace patria, cada uno de nosotros podemos ser un poco mejores como seres humanos, despertar nuestras conciencias para abrirle más el corazón a Dios y permitirle que su amor llene nuestra vida  y se refleje en el ámbito familiar, laboral y social, para entre todos, sacar a nuestra nación hacia adelante. 

Nos recordó el papa también la importancia del respeto sagrado de la vida humana, la importancia social de la familia soñada por Dios como fruto del amor de los esposos y escuchar a los pobres, a los que sufren.

Hoy nos dice San Pablo que no nos inquietemos y apreciemos y pongamos por obra: “todo lo que es verdadero y noble, cuanto hay de justo y puro, todo lo que es amable y honroso, todo lo que sea virtud y merezca elogio”. 

Nuestro Señor nos dice en el evangelio la dura parábola de la viña que da frutos agrios en vez de uvas dulces, aunque el dueño sembró las mejores semillas. Nos llama la atención a producir frutos conforme a los maravillosos dones con los que ha llenado nuestras vidas, las de nuestra familia y las de nuestro mundo. Hemos tenido la fortuna de ser una patria que conoce el amor de Dios, aunque a veces  parece más de palabras que de hechos. Comportémonos como verdaderos creyentes en Cristo Jesús, que confiamos en la misericordia de Dios, en su poder, en su amor y nos entregamos a trabajar en su nombre por construir mejores realidades para quienes nos rodean.  Is 5, 1-7; Fil 4, 6-9; Sal 79 Mt 21, 33-43

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