Requerimos un firme compromiso con la educación si queremos cosechar frutos diferentes: educación en nosotros mismos, en el hogar, en las instituciones educativas y en la sociedad.

Nuestra educación personal, o reeducación, implica que estemos constantemente revisando nuestros frutos y nuestras acciones. Si no nos gustan los frutos, cambiemos nuestras actuaciones. Si el ambiente que propiciamos es de pesimismo, tensión, amargura, necesitamos revisar nuestros pensamientos, sentimientos y acciones para que al transformarlos desde el interior, podamos generar optimismo, serenidad y alegría. Y así, en cada situación de nuestra vida, tomar el timón de nuestra existencia, con la ayuda de Dios, e ir direccionándola en pos del bien en concordancia con nuestras aspiraciones, sueños y deseos para ir cambiando la realidad propia y de quienes nos rodean.

En el hogar también el asunto de la educación es trascendental,  el buen ejemplo,  mucho amor, compartir las realidades de los miembros de la familia y normas claras para que se vayan interiorizando los hábitos que nos conducen a vivir de acuerdo a las virtudes y valores que podemos ir fortaleciendo con la ayuda de la gracia. Unión, amor, atención, respeto, son factores importantes para que el hogar sea fuente de aprendizaje positivo. Saber pedir y ofrecer perdón cuando nos equivocamos ayuda a que las relaciones se fortalezcan.

Las Instituciones educativas también son muy importantes en este proceso, nunca podrán suplantar a la familia como fuente primera de la educación para la vida, pero si pueden, si tienen las condiciones necesarias, ser un complemento indispensable y de apoyo tanto para los estudiantes como para los padres de familia. Es fundamental que como sociedad le demos la prioridad que merecen, si de verdad queremos progresar. Requieren toda la atención para que sean ambientes físicos, emocionales, espirituales, científicos, artísticos, deportivos que estimulen el desarrollo humano en todos los órdenes. Necesitamos hacer un esfuerzo colectivo si de veras queremos progresar como comunidad. Muchas de nuestras escuelas no cuentan con lo básico para funcionar apropiadamente.

La sociedad también es un espacio educativo o antieducativo cuando se viven antivalores. Necesitamos  recobrar el norte poniendo a la integridad, la justicia, el respeto, la higiene, la honestidad, la solidaridad y demás valores, como prioritarios y  trabajarlos con intensidad para reeducarnos y transformar nuestras realidades.

Abramos la mente y el corazón al Espíritu Santo * para que nos guíe en esta tarea y asumamos a la educación como la clave de los avances personales, familiares y sociales.

*Te 1, 1-5

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