Las lecturas de hoy* nos invitan a buscar al Señor en medio de las realidades de la vida, buscarlo en cualquier momento, da frutos positivos. En medio de la tribulación, nos llena de esperanza; si hemos obrado mal, Él nos perdona y nos renueva por dentro, iluminándonos para que transformemos nuestra manera de ser y proceder hacia el bien y el amor, haciéndonos renacer, dándole más sentido a nuestra vida; si las cosas marchan bien, nos inspira la gratitud y el gozo; siempre nos anima a ponernos al servicio de quienes necesiten de nuestro apoyo, compañía o ayuda.
En medio de tantos sucesos en nuestros días, terremotos, huracanes, amenazas de guerra, o en medio de situaciones personales, familiares y sociales difíciles, nos acordamos que esta vida es pasajera y que nuestra mirada y atención debe estar en la vida eterna, para que tengamos la posibilidad de resucitar con Cristo y gozar de la plenitud de la vida. Dios nos invita a que mientras estamos de camino, nos enfoquemos en vivir en su presencia, compartiendo su amor con los demás. Que la muerte no nos sorprenda, sino que nos encuentre en gracia de Dios.
“Yo soy la salvación de mi pueblo, dice el Señor. Los escucharé cuando me llamen en cualquier tribulación, y siempre seré su Dios”.
“Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón”.
San Pablo quien tenía tanta claridad de la importancia de Cristo en nuestras vidas, expresaba que no temía morir, más bien lo anhelaba porque eso lo llevaría a estar con Cristo en plenitud, pero quería vivir para servir a los demás para invitarlos a llevar una vida digna del Evangelio.
En el evangelio Jesús nos relata la parábola de los trabajadores en la viña, y cómo algunos trabajan en ella desde los inicios, otros al mediodía y otros al final, pero a todos los hace merecedores del salario prometido. Nos inspira a observar la gran misericordia de Dios, su bondad lo lleva a ser paciente con nosotros y a invitarnos continuamente a su viña, ofreciéndonos la certeza que si nos convertimos, el cielo estará abierto para nosotros, así hayamos atendido la invitación al final de nuestros días.
Que todos los sucesos actuales, nos movilicen a abrirle más el corazón a Dios para que la vida la podamos vivir sin temores, porque sabemos que Aquel en quien ponemos nuestra confianza, nos llevará siempre al bien, a la verdad, al amor, a la vida. Que nos sirvamos unos a otros para que, el día que nos llame a su presencia, nos encuentre trabajando por su reino.
*Is 55, 6-9; Sal 144; Fil 1, 20-24. 27; Mt 20, 1-16