Si vivimos en el temor, la angustia, la preocupación, la pena, el estrés, el activismo, o vivimos enfocados en muchas cosas que no nos mejoren como personas ante Dios, es bueno recordar las palabras de Jesús a su amiga Marta*: “Te preocupas de muchas cosas y solo una es necesaria”. Lo único necesario es la salvación de nuestra alma, para participar de la gloria de Dios. Todo lo demás es totalmente secundario. Dios nos envió al Espíritu Santo para asistirnos en esta tarea.
Hoy celebramos Pentecostés*, la venida del Espíritu Santo, el nacimiento de la Iglesia, la renovación del ser humano y de la tierra, por la gracia de Dios. Dios desea llenarnos de amor, vida plena, paz, perdón, que vivamos en la verdad, para que el día en que estemos en su presencia, podamos estar limpios de corazón y llenos de su gracia. No desaprovechemos ese maravilloso regalo. Sin la gracia de Dios, no podemos santificarnos. ¡Abrámosle el corazón al Espíritu Santo! Invitémosle a acompañarnos en el camino de la vida, para que nos vaya iluminando la conciencia, sanando nuestras heridas, corrigiendo nuestros errores, regalándonos su perdón y amor, inspirándonos para discernir la voluntad de Dios para nuestra vida.
El Espíritu Santo es consuelo, luz, santificador, inspiración divina, maestro, guía, purificador de la conciencia, sanador de las heridas, fuego de amor.
Él es el amor de Dios entre nosotros; la vida en abundancia; la paz que proviene de Dios; la verdad revelada de Dios; el perdón de los pecados; Jesús le dijo a sus apóstoles:” les conviene que me vaya porque vendrá el Espíritu de la verdad y les hará comprender todo…rebatirá al mundo en lo que toca al pecado, al camino de justicia y al juicio” *.
La esperanza de la transformación del mundo empieza en nosotros, en nuestro interior, permitirle al Espíritu Santo renovarnos, donde impere la mentira, nos conduzca a la verdad; donde impere la discordia, hacia la paz; donde impere la violencia, hacia la mansedumbre y la defensa de la vida; donde impere el desaliento, hacia el optimismo y la esperanza; donde impere la tristeza, hacia la alegría; donde impere la desintegración y la injusticia, hacia la unidad y el bien común; donde impere el pecado, hacia el arrepentimiento, el perdón, la gracia, la salvación eterna.
Dice Santa Faustina: “Oh Jesús mío, qué fácil es santificarse, basta con un poco de buena voluntad. Y si Jesús descubre este mínimo de buena voluntad en el alma, Él se apresura a darse a ella…Dios es muy generoso y no niega su gracia a nadie. Incluso, Él nos da más de lo que le pedimos. El camino más corto es la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo”.
*Lc 10, 38-42; Hch 2, 1-11; Sal 103; Cor 12, 3-7. 12-13; Jn 20, 19-23; Jn 16; Diario Sta Faustina Pág 142.