En medio de todas las vicisitudes de estos tiempos: guerras, amenazas, derrumbes, inundaciones, desastres, injusticias, Dios nos invita a recordar la resurrección de Jesucristo y su Infinita misericordia y así nunca perdamos la esperanza, ni la paz interior, ni la alegría, sino que sigamos trabajando por el mundo de justicia, paz y amor. Con la fe en Jesucristo resucitado, nada ni nadie nos apartará del amor de Dios, todo se transforma en medio para acercarnos a Él.

Hoy celebramos la Divina Misericordia, el propio Jesucristo le pidió a Santa Faustina Kowalska que se celebrara el segundo domingo de Pascua, recordando cómo la misericordia de Dios, es la que trae vida a la humanidad que acoge esa bondad de Dios expresada en Jesucristo,  lava sus pecados mediante el sacramento de la confesión, participa en la comunión de la Iglesia y hace vida, la resurrección de Jesús con su testimonio.  Es necesario manifestar con nuestras obras que Jesucristo está vivo, decía San Gregorio Magno: “Sólo cree de verdad, quien practica lo que cree”.

Los apóstoles y demás discípulos nos muestran lo que debemos hacer: “vivían en comunión fraterna y se congregaban para orar y celebrar la fracción del pan”. Se llenan de mucha alegría, seguros de alcanzar la salvación de sus almas, que es la meta de la fe. El papa Francisco nos anima a ser siempre mensajeros de esperanza.  

En las lecturas de hoy* cuando se manifiesta Jesús resucitado a sus discípulos les dice: “La paz esté con ustedes”. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Tomás no estaba presente en la manifestación de Jesús resucitado y expresó sus dudas diciendo que hasta cuando no metiera sus manos en las heridas de Cristo, no creería. Cuando Jesús se les manifestó otra vez, le dijo a Tomás que metiera sus manos en sus heridas y Tomás exclamó: “¡Señor mío y Dios mío!” y Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. En este mundo tan incrédulo, los creyentes necesitamos ser más testigos de la resurrección de Cristo con verdaderos actos de solidaridad y amor, para que más personas se abran a la fe, a la esperanza y al amor, que Dios nos regala. 

Jesucristo muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida. No desaprovechemos los dones maravillosos que Dios nos ofrece a través de su Divina Misericordia, para que tengamos vida en nosotros, esperanza en medio de las realidades difíciles y nos animemos unos a otros a trabajar, con la ayuda de la gracia, en hacer de este mundo un lugar mejor para todos. 

*Hch 2, 42-47); Sal 117;1ª. Pe 1, 3-9;  Jn 20, 19-31

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