En nuestro mundo queremos inventar leyes que contradicen a las leyes divinas. Dios dotó al ser humano de leyes o principios divinos que son la base y fundamento de todas las demás leyes. Principios que llevan a defender a la vida, a la familia, a la sociedad civilizada fundamentada en el amor, la honestidad, el respeto, la integridad, la justicia.
Las lecturas de la misa hoy* nos enseñan que estamos dotados de la capacidad de vivir de acuerdo a las leyes de Dios, con la capacidad de discernir teniendo frente a nosotros el fuego y el agua, la muerte o la vida, de acuerdo a si nos ajustamos a ellas o si nos dejamos tentar por el pecado. El Salmo nos recuerda que la mayor fuente de felicidad está en cumplir la voluntad de Dios de todo corazón: “Dichoso el hombre de conducta intachable, que cumple la ley del Señor”.
Nos encontramos inmersos en un mundo materialista, que muchas veces desconoce a Dios y al vivir lejos de Él, nos perdemos de experimentar su amor y la Sabiduría de sus leyes.
Basta abrir las páginas del periódico o de cualquier noticiero para ver cómo se transgreden las leyes de Dios y las consecuencias que esto trae para las personas, familia, naciones, sociedad en general. Vivimos en un mundo en el que la corrupción es el pan de cada día, hasta llegar al extremo, en muchas ocasiones, de culpar a los inocentes y exonerar a los culpables, como sucedió con Jesucristo y se sigue dando en nuestros tiempos, cuando la administración de justicia también se corrompe.
Jesucristo vivió a plenitud la rectitud, la integridad, la honestidad, vivió libre de pecado y colmado de amor, cumplió su misión de ayudarnos a restablecernos en el amor de Dios, asumiendo en la cruz nuestras culpas, invitándonos al arrepentimiento y a la corrección, viviendo las leyes divinas, que Él no vino a derogar sino por el contrario, a darles plenitud, expresándolas en su forma de vivir.
Jesús nos invita a dejamos sanar por Él y a recibir al Espíritu Santo para vivir los mandamientos de Dios. Nos dice Jesús, no es solo “no matar”, sino respetar hasta lo más profundo a los demás seres humanos, siempre buscando el amor, el perdón y la reconciliación, no es solo “no al divorcio”, sino respetar y proteger a la familia, no es sólo “no cometer adulterio”, sino purificar nuestra mirada y nuestro pensamiento, no es solo “no jurar por Dios”, sino hablar siempre con la verdad, “si” cuando es “si”, “no”, cuando es “no”.
Pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos fortalezca, para que nos llenemos del amor de Dios y vivamos conforme a las leyes divinas y no nos dejemos obnubilar por las promesas de felicidad que sean contrarias, porque llevan semillas de muerte, dolor, injusticia, en cambio Dios nos ofrece paz, bien, fortaleza, paciencia, gozo, dominio propio, pureza, vida eterna, amor: “Ni ojo vio, ni oído escuchó, ni la mente pudo siquiera imaginar, lo que tiene Dios ha preparado a quienes le aman”.
Ec 15, 16-21; Sal 118; Cor 2, 6-10; Mt (5, 17-37)