En las lecturas de hoy* nos enfrentamos con el dilema existencial: ¿quién es nuestro amo, Dios o el dinero?

 Tener idolatrado al dinero, lleva a la codicia, a la avaricia, a la mezquindad, puede llevar a  justificar muchas cosas contrarias al Reino de Dios: la corrupción, todos los negocios sucios que se realizan por dinero como  el secuestro, el narcotráfico, la pornografía, el negocio de armas, la extorsión y tantos otros. Cuántos negocios o personas con tal de vender, pasan por encima de la salud, honra e integridad del ser humano, o aquellos que aprovechan las debilidades humanas y fomentan el vicio,  la vulgaridad, el consumo inicuo, el deterioro de la naturaleza, la injusticia y muchas otras cosas que son causa de tantos males en nuestro mundo. 

El apego al dinero y a las cosas materiales también endurece el corazón, tergiversa la importancia de las cosas, incluso poniéndolas por encima de las personas y del bien de los demás. También puede causar que personas que se dedican incluso a trabajos honestos, vivan en constante estrés o  zozobra, creándose nuevas necesidades, deteriorando su salud, su relación con los demás y su vida espiritual. 

Dios nos dio en administración un mundo maravilloso, lleno de múltiples riquezas. Las aves siempre tienen su alimento, las flores están vestidas de los más bellos colores. A las personas nos ama con su amor infinito y nos invita a poner nuestra confianza en Él, nos dotó de muchos talentos para desarrollarlos. Necesitamos poner primero, lo primero: hacer el bien, imitando las virtudes de Jesús, abiertos al Espíritu Santo, para tener  sus pensamientos, sentimientos y acciones. Él vivió haciendo el bien, realizando la voluntad de Dios Padre,  desapegado de las riquezas, generoso con todos, hasta entregarse él mismo. Jesús nos dice: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”.

Las empresas y países también se afectan positivamente si sus  líderes honran a Dios promoviendo la justicia, lealtad, integridad, excelencia, servicio  y demás valores y no se prestan a la corrupción del dinero.   Cuando se descuidan los valores, se profundizan los problemas económicos y sociales. El índice de transparencia internacional mide los niveles de la corrupción de los diferentes países, colocando como óptimo 100 y como pésimo 0, los índices de algunos países de Latinoamérica: Uruguay 71, Chile: 66, Col 37, Venezuela 17. ¡Tenemos mucho por trabajar!

No señalemos a los demás, revisemos las intenciones de nuestro corazón de cara a Dios, llenándonos del Espíritu de Jesús,  trabajemos con amor por  su Reino y su justicia y todo lo demás lo recibiremos de sus manos. 

*Is 49, 14-15; Sal 61; Cor 4, 1-5; Mt 6, 24-34

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